Resumen[1]
Este artículo presenta los
avances de un proyecto de investigación que se propone rastrear y compilar
fuentes para realizar la escritura de una historia del cuento colombiano. De
ellas, se resalta la prensa como fuente de uso frecuente en el siglo XX y se
hace necesario el análisis de su labor en la formación y el despliegue del
género. Para tal efecto, he emprendido el estudio de una publicación periódica
en particular: La Novela Semanal, de
la cual presento a continuación una revisión,
que comprende la descripción física de la revista, características
generales, elementos de su existencia, colaboradores y obras publicadas,
desembocando al fin en el análisis de la incidencia del cuento en ella. A
partir de estas reflexiones, pretendo efectuar un progreso en el estudio de la
gestación y proceso de desarrollo del género a principios del siglo en
Colombia.
Palabras claves: Historia del cuento
colombiano; siglo XX; Publicaciones periódicas; La Novela Semanal.
Cristina Gil Medina[1]
Estudiante de
cuarto semestre
Letras: Filología
hispánica
Universidad de
Antioquia
crisgil28@gmail.com
Short
stories in the Weekly Novel
(1923-1930)
Summary
This report presents the advances of a research
project that aims to search and compile the sources for the writing of the
Colombian short story history. For them, it has to put the accent on the
periodicals as a source of frequent use in the twentieth century and the
analysis of their function in the establishment and unfolding of the genre is
necessary. To this end, I have undertaken the study of a particular magazine: La Novela Semanal (The Weekly Novel),
which I present below a review that contains the physical description of the
periodical, general characteristics, elements of its existence, contributors
and published works, resulting in the analysis of the impact of the short story
on it. From these reflections, I propose to make a progress in the study of the
gestation and the development process of the genre in the beginnings of the XX
century in Colombia.
Keywords: Colombian short story history; XX century;
periodicals; La Novela Semanal (The
Weekly Novel).
Introducción
Ilustración 1
|
Sobre la
primera fase, que se cimenta en este proyecto de investigación, se ha propuesto
realizar una recopilación de las fuentes existentes sobre el tema, que tiene
como objetivo realizar una compilación de las primeras ediciones de libros de
cuentos publicados en el siglo XX, un catálogo de sus autores y un esbozo de la
incidencia del cuento a lo largo del siglo.
Así pues, el
grupo de investigación al que pertenezco: Colombia:
tradiciones de la palabra ha decidido participar en esta primera fase con
el capítulo Colombia, por lo cual viene realizando una indagación sobre las
fuentes para el estudio histórico del cuento colombiano del siglo XX. Ha
reconocido, en ese sentido, que la historiografía de este género se ha centrado
principalmente en estudios parciales y realización de antologías, y se ha
dejado de lado el análisis de otras fuentes fundamentales que son indicio de la
consolidación de diferentes géneros literarios, en este caso el cuento. Por
ello, se ha hecho necesario asumir la tarea de ampliar el panorama del cuento
por medio del análisis de fuentes como: monografías, bibliografías,
diccionarios especializados en obras y autores, premios y concursos de cuento,
formatos digitales y prensa.
La prensa es
una fuente importante de resaltar, pues en el momento de surgimiento del cuento
moderno en Hispanoamérica –segunda década del siglo XIX y principios del XX-,
ella se constituía como un medio de gran eficacia para la circulación del
género, que apenas se estaba abriendo lugar en el mundo editorial. En el curso
de la investigación, se ha descubierto que existen diversas revistas que han
realizado una labor fundamental en el desarrollo del cuento, y que por ello
constituyen materiales de obligatoria revisión. Algunas de ellas son: Sábado: revista semanal (Medellín,
1921-1929), El Cuento Semanal (Bogotá,
1923), El Cuento (Medellín,
1954-1968), Espiral: revista de artes y (Bogotá,
1972-hoy) y La Novela Semanal (Bogotá,
1923-1930).
En este
artículo me detengo en una de esas publicaciones: pretendo dar a conocer los
primeros avances en el análisis de la revista La Novela Semanal, pues esta publicación, aunque circuló por varios
años, ha sido pocas veces tenida en cuenta como objeto de estudio por parte de
críticos e historiadores. Por eso, mi intención es resaltar en ese sentido la
labor –hasta ahora desconocida por muchos- que ésta desarrolló como proyecto
editorial, cultural y literario, debido al lugar privilegiado que le prestaba a
la creación y al fortalecimiento del género del cuento en Colombia y, así
mismo, a la promulgación de una literatura nacional que educara al pueblo.
Para tal
efecto me propongo en principio justificar la escogencia de las publicaciones
periódicas, evidenciando la importancia del estudio de la prensa como fuente
fundamental para un acercamiento a la historia del género cuento en Colombia. A
continuación, expondré los rasgos que determinan a La Novela Semanal, su descripción formal, su duración, sus
objetivos, la dirección, sus agentes literarios, sus obras publicadas y la
labor cultural realizada, con la intención de presentar un esbozo general del
desarrollo que tuvo como publicación periódica. Así mismo, realizaré un
despliegue de la teoría del cuento y el devenir del género en Colombia en el
siglo XX, para descubrir en la revista un medio de difusión y desarrollo del
mismo. Finalmente, haré unos apuntes con respecto a la investigación de la
revista y de la prensa en Colombia.
La prensa como fuente para el estudio histórico de la literatura
En este
apartado pretendo señalar la importancia de la prensa como fuente para
cualquier acercamiento histórico a un género literario, en este caso al cuento,
y para explicar algunos fenómenos de la formación del género, que se vislumbran
en dichas fuentes.
Desde el
siglo XIX el panorama de producción y difusión de la literatura en Colombia se
tornó favorable en el momento en que la prensa se convirtió en un instrumento
más eficaz que el libro para tal objetivo, de manera que permitió a los
escritores la divulgación de su obra, su reconocimiento en el ámbito cultural e
incluso, ya para el siglo XX, el logro de una profesionalización en la carrera
literaria (Bedoya, 2011).
Por una
parte, la publicación de un libro en Colombia requería grandes inversiones de
dinero para su producción, limitando así el material elegible para ser impreso.
Mempo Giardinelli afirma que éste demandaba una
capacidad
industrial (papelera, impresora y encuadernadora) que no teníamos, y requería
de circuitos de distribución en librerías que en nuestra América eran y siguen
siendo tan ineficientes. (Giardinelli, 1998)
Por eso,
pocas editoriales asumían tal riesgo, mucho menos cuando se trataba de libros
de cuentos, pues estos eran considerados productos de gran costo y escaso
público. Así pues, terminando el siglo XIX y empezando el XX, el cuento se
encontraba en Hispanoamérica en su etapa inicial de formación, era considerado
como un género menor, de poca importancia e insuficiente acogida (Piña Rosales,
2009). En ese momento, comienza apenas a hacerse un poco más reconocido y a
conseguir un público lector más consistente que lograra en un futuro su
publicación en diversos medios.
De este
modo, las limitaciones de la industria editorial junto con las escasas
garantías de venta de libros de cuentos, que no eran suficientemente
demandados, no facilitaron el sostenimiento de condiciones que permitieran la
creación de cuentos, su difusión y, por supuesto, el desarrollo del género a través
del libro. Esta situación se comprueba con la revisión de las publicaciones de
libros de cuentos en la década de los años veinte del siglo XX en Colombia: 18
publicados por hombres y 4 por mujeres[1],
cantidades tan bajas que refuerzan la opinión de Piña Rosales de que el libro
no era el medio más adecuado –a principios del siglo XX- para difundir y
propiciar un ambiente para la gestación y el desarrollo del género cuento.
Por otra
parte, debido a la facilidad y economía en su producción y difusión, la prensa
se empezaba a constituir como un medio idóneo para la publicación de aquellos
textos que no eran lo suficientemente rentables o deseados por las editoriales
como proyectos de libro. Los concursos de cuento que en ellas se proponían se
constituían también como un espacio que incrementaba la creación y difusión de
los mismos (Agudelo, 2014). Así pues, con las publicaciones periódicas sucede
lo que Juana Martínez afirma de las antologías:
se
convierten en este siglo en un nuevo modo de conocimiento de la creación
cuentística, y no sólo son indicadoras de la inmensa producción existente sino
que también vertebran las tendencias del género y marcan los gustos dominantes.
(Martínez, 1999: 276).
Ilustración 2
|
De esta
manera, a partir de la prensa se logra no sólo la consolidación del papel del
escritor, sino también un afianzamiento del vínculo entre el autor y el
público, el diálogo constante entre intelectuales, la difusión de obras
literarias nacionales y extranjeras, el fomento de la reflexión sobre las
mismas y, en ese sentido, la constitución del crítico como agente literario[2]. En otras
palabras, se facilita la labor de democratización de la cultura, pues se
comprendía y promovía el circuito de la labor literaria: la escritura, la
reproducción y la lectura de las obras (Bedoya, 2011).
De esta
manera, las publicaciones periódicas de carácter literario terminan por
constituirse como vía de expresión del agente literario de la época y como uno
de los factores protagonistas del ambiente cultural del siglo XX. Es por ello
que el estudio de las publicaciones periódicas y, para tal fin, la realización
de su base de datos se constituyen como fundamentos para la construcción de una
aproximación a la historia del cuento -de su gestación y de su devenir- en el
siglo XX.
Sin embargo,
a la fecha no se cuenta con un archivo o una base de datos sistematizada que
facilite tal construcción histórica (Bedoya, 2011); por lo cual, hemos
considerado que es necesario comenzar con la realización de tales labores, para
luego efectuar una revisión de algunas publicaciones periódicas literarias de
la primera mitad del siglo que se constituyeron como un espacio de origen y
difusión privilegiado para el género. De aquellas que ya he nombrado en la
introducción, me propongo pues comenzar la labor pendiente con un esbozo
general de La Novela Semanal.
La Novela
Semanal: una
fuente para el estudio histórico de la cuentística colombiana.[3]
Para un
estudio a fondo de una publicación periódica es importante comenzar con el
estudio de los rasgos formales de la revista. Así pues, me propongo dar cuenta
de datos como: fechas de circulación, grupo editorial, contexto en el que
surge, secciones, sesgos políticos, suspensión y finalización de la
publicación, números existentes y algunas discusiones que se ha dado en torno a
ella. Con esta revisión formal pretendo mostrar a grandes rasgos las
características de la revista, que luego darán fundamento al estudio sobre los
contenidos publicados y su relación con el género.
La revista La Novela Semanal fue creada en 1923 por
Luis Enrique Osorio[4] (la imagen
1 muestra su retrato presentado en el número 6), quien estaba convencido de la
necesidad de conformar un arte nacional, para lo cual deseaba crear un espacio
en donde pudiera incentivarlo, promoverlo y transmitirlo. Además, que le
permitiera “estimular la creación de un nuevo género literario" (Número
101, s.p.) y, así mismo, inculcar “amor al terruño a través de la obra
estética” (Número 101, s.p.).
De esta
manera, en medio de un ambiente en que las revistas literarias publicaban
enormes cantidades de textos extranjeros y traducciones, surgió esta propuesta
que buscaba en principio rescatar la labor del escritor colombiano y propiciar
espacios de desarrollo de la cultura y la educación nacional. Osorio, con la
asistencia de Luis Reyes Rojas[5] (sucedido
por Bernardo Arias Trujillo[6] -de quien
figura su retrato en el número 75, véase la imagen 2- y luego por su esposa
Lucía de Osorio), comenzó con este proyecto de publicación periódica semanal,
en donde se propuso la circulación de “novelas cortas” de escritores
colombianos en un pequeño formato de 10 a 20 páginas por número con una única
sección en donde se incluía la narración.
La Novela Semanal comienza a circular el 25 de enero de 1923 y se
suspende a finales de 1924. En este intervalo se publican más de cien números
que se agruparon en cuatro series. Después de una suspensión de más de tres
años, retoma su labor el 24 de agosto de 1928 hasta 1930, con mucho más de
sesenta números publicados. Cada una de las series contenía un poco más de
veinte números y duraba, aproximadamente, un semestre su circulación.
En
principio, la circulación de La Novela
Semanal tuvo eco sobre todo en ciudades como Medellín, Bogotá y
Barranquilla; sin embargo, con el tiempo logró llegar a más ciudades en
Colombia, en donde se instalaron agencias de distribución y cobro a los
suscriptores, hasta el punto de que la publicación llegara a convertirse en “la
revista de mayor circulación en Colombia” (Número 46, s.p.). La financiación de
esta empresa periodística corría por cuenta de los avisos publicitarios (en la
imagen 3 se muestra un ejemplo de aquellos avisos publicados en el número 23)
incluidos en cada entrega y de los aportes de algunos empresarios e
intelectuales.
En ocasiones
se encontraba la sección Ecos de la
Novela Semanal -que para la cuarta serie se convertiría en Ideario- desde la cual se publicaban
comentarios de carácter político, social y pedagógico y se anticipaban los
próximos números de ésta y de las publicaciones hermanas El Cuento Semanal y La Pluma Semanal (la imagen 4 muestra un
ejemplo de esta sección en el número 17).
Es claro que la posición que la dirección de la revista tiene en el ámbito
ideológico pretende ser objetiva, hecho que se confirma en una carta que le
escribe Osorio al director de otra publicación periódica, Sábado[7]:
Ilustración 3
|
A la obra
que hoy emprendo, prescindiendo de todo prejuicio político y religioso, están
obligados a unirse por patriotismo todos los que se sientan capaces de empuñar
la pluma. El arte propio nos llevará a donde no han sabido conducirnos los
politicastros convencionales. “La Novela Semanal” no busca firmas, sino
artistas. (Sábado, 87: 1051)
A pesar de
esa afirmación, en la sección Ecos de la
Novela Semanal se evidencia la posición política del equipo editorial, el
cual tenía una intención moralizante y pedagógica que lo impulsaba y que
intervenía al fin en la organización de la revista, en la elección de los
textos y las noticias que se incluían, entre otras cosas.
En ese
sentido, en su carta de despedida (Número 78, 405-406), el director asegura que
concibe a los escritores como posibles “modeladores del alma nacional”, y de
esta manera pretende que la revista se constituya como una “Empresa” que
permita el intercambio de ideas y la “culturización” del público, además de la
promoción del arte nacional. En Ideario se
llevaría a cabo con más contundencia, por ejemplo, en el artículo llamado
“Cultura nacional” se afirma (se muestra en la imagen 5):
Creemos que
en este país enfermo, la causa de todos los males reside en la incultura. La
actividad intelectual es la chispa de todo progreso, y entre nosotros esta
fuerza es nula. (…) Ante la dolorosa insustancialidad moral, que ni siquiera
tienen la disculpa de un excesivo desarrollo económico, hemos querido implantar
el culto del arte, como un medio de despertar inquietudes mentales y nobles
sentimientos. Nunca en Colombia se había realizado un esfuerzo tan intenso y
tenaz como el nuestro. (…) Aspiramos a ser una escuela en que vibren nuestro
optimismo y nuestro amor a la raza (Número 79, 17-19).
Hasta los
años 30 las políticas culturales se mantienen bajo las sombras de un gobierno
conservador que no le da cabida a su desarrollo[8].
Esta circunstancia incide sin duda en el circuito editorial, en la falta de
apoyo institucional frente a tales
proyectos, en la ausencia de concursos, premios, iniciativas que impulsaran el
desarrollo de la literatura y, en particular, del género cuento (Agudelo,
2014). La creación literaria se aparta pocas veces de la posición ideológica
estatal, de allí que Gutiérrez Girardot la denominara a la estética dominante
“literatura de viñeta”, por considerarla un adorno más de la institución
oficial, que la reafirmaba y la apoyaba incondicionalmente (Gutiérrez, 1980).
Sin embargo,
La Novela Semana buscaba incentivar
una literatura al margen de cualquier posición política, pues se interesaba en
gran medida en el desarrollo de la educación y la cultura nacional. Estas
intenciones pueden también evidenciarse en el seguimiento de la labor cultural
que la revista realizó en Colombia en la segunda década del siglo XX, pues
además de publicar “novelas cortas” colombianas- y en esa medida difundir la
obra nacional y dar a conocer nuevos escritores-, la revista convocó a
concursos nacionales de cuento, novela, poesía y dramaturgia que financiaban
los intelectuales (Montaña, 1995)[9].
Así mismo,
algunas obras de dramaturgia eran exhibidas en el teatro Municipal, como sucede
con la comedia dramática “La culpable” de Luis Enrique Osorio, cuya publicación
se realiza en los números 70 y 71, en los cuales se anuncia así mismo la
presentación de “Los mercenarios” de Antonio Álvarez Lleras en el mismo teatro.
La dirección hacía, al fin, un gran énfasis en la necesidad de educar al pueblo
y de acercarlo a este tipo de expresiones culturales, constituyéndose así por
algunos años en una institución promotora de la literatura y, en general, de la
cultura.
En
septiembre de 1924, en el número 78 (405-406), el director expresa su deseo de
irse para el “Extranjero a reforzar un poco su optimismo para volver a la brega
con más tesón y mejores maquinarias”, debido a la fuerte oposición que
encontraba en la ciudad de Bogotá, a “la guerra sorda del Clero provinciano”, a
la indiferencia de las instituciones oficiales y a los enfrentamientos con
intelectuales que bastante lesionaron la opinión que el público tenía acerca de
la publicación.
Osorio llega
a afirmar que: “NADIE, óiganlo ustedes bien, es capaz de sostener en este medio
raquítico y lleno de prejuicios coloniales” una revista como La Novela Semanal. A pesar de esos
ánimos de abandonar el proyecto, como tantos en el siglo XX lo hicieron por
encontrar infructuoso el negocio editorial, el director se instaló en
Barranquilla, por considerarla una ciudad con un ambiente más propicio para el
desarrollo de la revista y continuó con la publicación, retomando hacia finales
de 1924 la cuarta serie, enriquecida con nuevas secciones: novelas cortas,
cuentos, ilustraciones, notas, opinión, poesía, noticias y, una sección infantil.
De este modo llegó cada número a superar las 30 páginas.
No obstante,
Osorio se marchó hacia Europa, aunque años después regresaría sin haber
olvidado su propósito de continuar con esa labor alguna vez emprendida. El 24
de agosto de 1928, en Barranquilla, retoma la publicación de La Novela Semanal, con algunos cambios
que considera necesarios. Renuncia a la idea de publicar “novelas”
exclusivamente de escritores colombianos, pues acepta la dificultad de esta
intención. Sin embargo, sigue considerando la revista como una entidad de
promoción y cultivo del arte nacional, a partir de la cual se busca la
formación de escritores colombianos, el intercambio de ideas y su colaboración
ocasional. En estos nuevos números se publican “novelas” cortas y una serie de
poemas o fragmentos de extensos poemas, además se incluyen avisos publicitarios
y, en una ocasión, se aventuran a publicar un folleto de una novela que se
anexaba al final de la revista. Este ritmo de publicación se mantendría por
casi dos años más.
No he podido
precisar con exactitud las circunstancias por las que se suspendió la
publicación de la revista a finales de 1924 y, posteriormente y de manera
definitiva, en 1930. A través de algunas cartas enviadas por el director[10] he
verificado que existen con certeza cien números que se publicaron en su primera
época, sin embargo, no he podido ubicar sus últimos diez números (91-100) en
ninguna biblioteca pública o universitaria del país.
Por otro
lado, he encontrado que no ha sido realizado hasta ahora un análisis profundo
sobre la revista y las problemáticas que presenta. Rafael Gutiérrez Girardot,
en su ensayo La Literatura Colombiana en
el siglo XX, afirma de pasada que La
Novela Semanal logra la comercialización de lo literario, pues los
intereses del público son atendidos con gran interés por la dirección,
determinando de esta manera la creación artística de los colaboradores. Asume
Gutiérrez Girardot que esa es una de las razones por las que la revista
adquiere consistencia y se convierte por considerable tiempo en una empresa
lucrativa (Gutiérrez, 1980).
Sin embargo,
Jimena Montaña Cuellar en su artículo La
Novela Semanal de Luis Enrique Osorio afirma que la suspensión de la
publicación en 1924 se debe a la falta de pago por parte de los suscriptores y,
por ende, a la dificultad económica para sostenerse, circunstancia agudizada
por el nulo apoyo institucional recibido (Montaña, 1994). Jorge Orlando Melo
asegura que la suspensión de las publicaciones periódicas se explica porque “el
público no estaba maduro y no comprendía el valor y calidad de lo que se le
estaba ofreciendo” (Melo: 8); en el mismo sentido, Gustavo Bedoya afirma que:
la mayor
parte de las empresas editoriales, en Colombia, y en general en Hispanoamérica,
vivían poco tiempo, si no eran los azares de la guerra, eran los problemas
financieros o la censura religiosa la que marcaba el fin de sus vidas. (Bedoya,
2011: 97)
Sean o no
esas la razones de la interrupción de la revista, el director hace evidente en
su despedida inicial la falta de apoyo económico e intelectual por parte de una
sociedad como la colombiana, lo que en últimas evidencia la dificultad para
constituirse realmente como una empresa editorial que perdure en el tiempo y
que soporte los avatares de un negocio poco rentable y con escaso apoyo
institucional y popular (número 78, 405-406).
He
encontrado, así mismo, que la revista siguió circulando en 1930, pues en las
cartas enviadas por el director se hace alusión a su constante funcionamiento y
a los números publicados. Además, tanto en el libro Cien años de prensa en Colombia 1840-1940, como en el sistema de
búsquedas de la Biblioteca Nacional, encontré que en la Biblioteca de la
Universidad de Antioquia están los números del 172 al 200, que se publicaron
entre enero y agosto de 1930. A pesar de ello, la Biblioteca no conoce ni
encuentra tal material. Esta situación me ha llevado a considerar que no se
cuenta con el dato preciso del total de números publicados de La Novela Semanal ni con el de aquellos
que aún se conservan, imposibilitando de alguna manera un estudio pormenorizado
basado en la totalidad de números de la revista.[11]
Para
continuar con un estudio que logre contextualizar las obras publicada en la
revista, es importante recurrir a una búsqueda de los autores que publicaron en
ella y, a partir de aquellos nombres, crear un esbozo general de la vida
literaria de la época, y de esta manera ubicar pistas que permitan comprender
el lugar que logra el cuento en ella.
El agente literario en La Novela
Semanal
En una
publicación periódica el colaborador se convierte así mismo en un agente
literario fundamental para el mantenimiento de la empresa cultural y editorial,
para su consolidación como una revista con identidad, que se rige por un
objetivo común. Por ello, se hacen recurrentes unas formas y temáticas
similares que responden a los gustos de aquel público al que se dirige la
publicación. Por eso, el estudio de aquel escritor, del contexto en el que se
circunscribe y la frecuencia de su colaboración, es importante para dar una
visión más amplia sobre la revista y componer el escenario en el que surgen los
textos que se publican allí.
Ilustración 4
|
A pesar de
que en principio el objetivo de La Novela
Semanal era publicar “novelas” exclusivamente de escritores colombianos,
ésta cuenta con algunas excepciones justificadas. En el décimo número se
publica la primera “novela” de un extranjero: “La última noche de Judas”, del
francés Emile Gebhart, pues se refiere a la fecha que en aquel momento se
celebra: la semana santa y parece pertinente que se presente en el medio. Luego
se publicaría en el número 63 el texto “El poeta suicida” del argentino Juan
José Soiza Reilly, acerca de la vida, la muerte y el amor del poeta colombiano
Claudio de Alas (Jorge Escobar Uribe). En la cuarta serie, al cambiar la
dinámica de la revista, se comenzaría a publicar de manera más frecuente obras
extranjeras.
En la
segunda época de la revista, admitiendo al fin la dificultad de publicar
únicamente obras de autores nacionales, se empieza a incluir obras extranjeras de
gran renombre mundial, las cuales manifestaban una continuidad con respecto al
tipo de “novela” que la revista editaba. Algunos extranjeros allí publicados
son: Amado Nervo con su “Amnesia” (número 102), Thomas Mann con “Juanito
Friedemann” (número 125), Alfred von Hedenstjerna con la novela “El señor de
Halleborg” publicada en el formato de folleto (en la imagen 6 se muestra el
capítulo XI de “El Señor de Halleborg”, presentado en el número 111), Juan
Lucas Caragiali con “La antorcha de pascuas” (número 104), Oscar Wilde con “El
joven Rey” (número 110), Alejandro Kuprin con “El mareo” (número 111), Rubén
Darío con varios de sus poemas, entre otros.
A lo largo
de la vida de la revista, el más recurrente de los colaboradores es el mismo
director, Luis Enrique Osorio, quien publica además de “novelas cortas”,
algunas obras de teatro. De la misma manera, son divulgadas con frecuencia
obras de Antonio Contreras Daza, Antonio Martínez Delgado (1893-1933), Fidolo
González Camargo (1883-1942), Gregorio Sánchez Gómez (1895-1942), Luis Tablanca
(Enrique Pardo Farelo, 1883-1965), José Antonio Gutiérrez Ferreira, Jorge
Mateus (1880-1935), Ramón Rosales (?-1945), Bernardo Arias Trujillo
(1903-1938), Daniel Samper Ortega (1895-1943), Luis Gómez Corena (1884-1927) y
Gregorio Castañeda Aragón (1884-1960).[12]
Las autoras
encontraron también un espacio de difusión en La Novela Semanal, tal es el caso de Uva Jaramillo Gaitán y Luz
Stella. Otras mujeres logran publicar también, pero no con tanta constancia
como éstas. Algunas, ocultándose tras la máscara del seudónimo evidenciaban el
temor aún vigente a la crítica social.
Cabe señalar en este punto que es recurrente observar en la sección Ecos de La Novela Semanal notas de
advertencia para las mujeres sobre algunas “novelas” que no deberían ser leídas
por ellas. Así pues, desde esta publicación se logra percibir que las mujeres,
ya escritoras, ya lectoras, tenían aún cierto límite como agentes, tal vez por
una dificultad de carácter social para ser incluidas en el ámbito literario o
por la ausencia de formación adecuada para su inserción en el mismo.
Es de
resaltar que no es común encontrar alusión a las obras publicadas en La Novela Semanal o a sus respectivos
autores en los estudios sobre el cuento colombiano de principios del siglo, así
como tampoco en las antologías de la época, los diccionarios de escritores o en
las historias literarias. Incluso, sobre muchos se mantiene una incógnita
acerca de su labor como escritor o se tiene muy poca información, situación que
se acrecienta en el caso de las mujeres.
Sin embargo,
en el estudio de las biografías de algunos autores nacionales, y los textos de
opinión que publicaban, puede notarse que la labor cultural y literaria era
concebida como una actividad ligada a la política, que tenía un enfoque
moralizante, educativo; por eso, muchos de los escritores tuvieron también
cargos en la política[13], desde
los cuales promovían un desarrollo cultural.
Sólo algunos
como Alfonso Castro, José Antonio Gutiérrez Ferreira, Luis Enrique Osorio, Efe
Gómez (1867-1938), Ecco Neli (Cleonice Nanneti, 1905-1956), Luis Reyes Rojas,
Gregorio Sánchez Gómez y Luis Tablanca (Enrique Pardo Farelo) encontraron en
los libros un medio de divulgación para sus cuentos en la primera mitad del
siglo XX[14]. El resto
logró la circulación de sus obras tan sólo a través de la prensa, muchos de los
cuales aún son desconocidos, tal vez por su escasa obra o poca interacción en
el ámbito cultural.
Esta
situación explica precisamente la relevancia del estudio de una publicación como
La Novela Semanal, desde la cual se
logra entrever las dinámicas de la vida literaria que ella logra registrar y
que no se encuentra en otros medios. Además, estos autores y obras se
constituyen como elementos que permiten crear un mapa del devenir del género a
principios de siglo, un mapa que aún no está estructurado por completo y que
supone un estudio más completo del ámbito literario de la época, al cual la
revista le logra aportar algunos datos.
Para la
creación de aquel mapa, es importante además el estudio de las obras publicadas
en la revista, las características de las mismas y los lugares comunes que
habitan, pues ello permite descubrir el tipo de textos que se realizaban en la
época, las necesidades del público y el desarrollo que mostraba en ese sentido
el género, en cuanto a temáticas y formas.
Las obras de La Novela Semanal
Al
desarrollar la temática de las obras que se publican en la revista, no pueden
dejar de tenerse en cuenta las características que la mayoría de ellas
compartían, los textos que de alguna manera divergían, los temas y formas
recurrentes y, al fin, reconocer en estas circunstancias un lugar común en
donde pretendían encontrarse las obras literarias del momento, buscadas así por
un público en particular. De este modo, se logra un acercamiento a la
literatura presentada en La Novela
Semanal.
Así pues,
las obras publicadas en La Novela Semanal
dan cuenta de una prolongación de valores literarios románticos y
costumbristas en pleno siglo XX, que se perciben principalmente en las
descripciones de la naturaleza como norma general y en el carácter moralizante
de las “novelas” que es descrito por Henríquez Ureña como un rasgo del
costumbrismo: la necesidad de lograr por medio de literatura una “corrección de
hábitos anticuados y perjudiciales” que presenta la sociedad (Henríquez, 2001:
129).
En las
“novelas” se encuentra, casi sin excepción, extensas descripciones de paisajes
y personajes, exageración en el uso de los adjetivos (la mayoría de corte
sentimental) y una estructura clásica, en la que la forma “inicio, nudo y
desenlace” continuaba siendo usada con frecuencia. Así mismo, es usual hallar
un narrador en tercera persona y una división del texto por capítulos. Las
temáticas giran en torno al amor prototípico del romanticismo sentimental, a la
enfermedad, a la mujer y su debilidad, a la resignación del dolor, a la muerte,
al pecado y a la moral imperante. Las narraciones terminan la mayoría de las
veces en hechos dramático-trágicos, a los que se recurría para dejar impresiones
más impactantes en el lector. Además se percibe, en muchas ocasiones, el
intento por realizar un análisis psicológico de los personajes que, al fin, da
cuenta de los preceptos morales que observaba la sociedad de la época.
Estas
características son recurrentes en “novelas” como: “Único amor” de Berta Rosal
(en la imagen 7 se muestra el retrato de la autora, que es presentado en el
número 7, como portada de su texto)[15],
“Lilí” de Emilio Cuervo Márquez (número 1), “El cementerio de los vivos” de
Luis Enrique Osorio (número 6), “Pétalos” de Luz Stella (número 23), “Entre la
niebla” de Daniel Samper Ortega (número 2), “Princesita criolla” de Luis Gómez
Corena (número 59), “La vida, el amor y la muerte” de Ramón Jaramillo (número
74), “Sacrificio” de Simón Latino (número 16), “La piedad del mar” de Gregorio
Sánchez Gómez (número 18), “Un beso lo hizo todo” de Francisco Gnecco Mozo
(número 46), “La muerte en los labios” de Bernardo Vélez (número 15) y “Valor
moral” de Enriqueta Angulo (número 26), sólo por mencionar algunas.
En ese
sentido, se encuentra que la mayoría de las “novelas” pretenden constituirse
como la continuación del statu quo de
las tradiciones del país que presumía ser Colombia y, en especial, de la ciudad
de Bogotá, esa “Atenas Suramericana”[16]
en donde se establecía la sociedad de la élite, aquella que precedía la labor
literaria. Al fin, ese estilo particular de la revista conseguía reunir un
público de gran tamaño, que incluía hombres, mujeres en su gran mayoría y, en
algunas ocasiones niños, y por eso, la necesidad de mantenerlo y la recurrente
alusión a las mismas temáticas y formas, escritas por aquellos autores que
lograban garantizar el sostenimiento del estatus que había obtenido la
publicación.
Pocos textos
se muestran como alternativas en las que se estudie a la sociedad desde una
perspectiva crítica, en donde se discuta sobre la situación social, económica o
política del momento; sin embargo, algunos autores como Luis Enrique Osorio,
Gregorio Castañeda Aragón, Bernardo Arias Trujillo, Jorge Mateus y, en gran
medida, los extranjeros lograron establecer una crítica social, sin abandonar
ese estilo de “novela” que es recurrente en la revista. Algunas de estas obras
de autores nacionales son: “La culpable” de Osorio (número 70); “Cuando cantan
los cisnes” de Arias (número 75); “La raza expiatoria” de Mateus (número 22),
que presenta otra perspectiva de lo que era el progreso en aquella época para
la cual este concepto era fundamental y “Náufragos de la tierra” de Castañeda
(número 3), la cual introduce el problema de la tierra y el desplazamiento en
Colombia.
Ilustración 5
|
Para
aquellos textos que ofrecían temáticas de corte realista y social, tal vez más
controversiales, existía la publicación hermana (editada en los mismos talleres
y con Antonio Contreras Daza como director) El
Cuento Semanal, en donde se encontraban textos de extranjeros en su mayoría
y algunos autores nacionales[17]. Esta
revista tuvo, posiblemente en respuesta a la oferta presentada, una existencia
muy corta que no se extendió más de unos meses en 1923.
Finalmente,
es importante ahondar en la discusión del género, cómo ha sido su desarrollo a
principios del siglo XX y cuáles fueron los aportes de La Novela Semanal en el surgimiento del mismo en Colombia.
El problema del género
La distinción
precisa de los géneros ha sido una gran dificultad que no ha podido superarse
enteramente, así como la caracterización interna de cada uno de ellos. Lo mismo
le sucede al cuento. Este problema, que se ha cristalizado a través del tiempo
en cada uno de los estudios del cuento, se hace también visible en la
publicación periódica que ahora estudio. Puede llamar la atención que se haga
un análisis sobre el cuento en una revista que se llama La Novela Semanal, pero ello tiene una explicación que propongo en
este apartado, con la idea de formular el papel que esta revista cumple en el
desarrollo del cuento y desarrollar además la caracterización del mismo y su
devenir en el siglo XX en Colombia.
Aunque
muchos remontan el nacimiento del cuento a las primeras expresiones orales, el
siglo XIX ha sido reconocido como el momento en el que se constituye como tal
el cuento literario, el cual -a través de las publicaciones periódicas- logra
adquirir más consistencia como género. Por eso, en el siglo XX, críticos y cuentistas[18] se ven en
la necesidad de darle piso teórico a este género literario en proceso de
consolidación (Valcárcel, 1997); sin embargo, han surgido varias dificultades.
La búsqueda de su especificidad como género independiente, de una marca
estética y de una clara caracterización conceptual ha sido compleja por sus muy
distintas manifestaciones, su transformación constante, la frecuente ruptura de
lo establecido y su similitud con otros géneros.
Desde los
años veinte se encuentran estudios que resaltan el análisis del género, pero
aquellas reflexiones eran comentarios literarios, reseñas críticas, que se
detenían en los aspectos que consideraban primordiales en ese entonces. Los
aparatos teóricos y metodologías científicas llegan luego, en la segunda mitad
del siglo, cuando los estudios se hacen más frecuentes y un poco más rigurosos,
sobre todo por parte de los mismos escritores, quienes no obstante han
convenido la mayoría de las veces en la dificultad para precisar sus
características y diferenciarlo de otros géneros. Sin embargo, esas reflexiones
delimitan casi siempre al cuento con definiciones metafóricas, decálogos y
metatextos; al fin, definiciones que para muchos tienen que ver más con
experiencias personales que con precisas concepciones académicas sobre el
género. Incluso, muchos han renunciado ya a encontrar un consenso sobre los
principios que lo rigen, o han llegado
a negar
categóricamente la existencia de una teoría general del cuento para proponer
que se tome en consideración una práctica concreta cuya constante renovación
pone en evidencia lo frágil y efímero de toda teoría sobre el género,
(Martínez, 1999: 274).
Así mismo,
para los estudiosos del cuento ha sido complicado hallar los límites entre éste
y los otros géneros. Eva Varcárcel (1997: 28) considera que el cuento se ha
encontrado en varios puntos con formas cercanas como el ensayo, el teatro, la
publicidad, el diálogo, el aforismo, la crónica, el diario o la poesía. Y
Martínez afirma que el cuento tiene al fin
una forma
inadaptable a todo encasillamiento genérico; y esta particular constitución
parece indicar que quizás sea más apropiado abordar el cuento no como un género
sino como una categoría transgenérica en la que entran en juego muchos otros
géneros con los que se producen interferencias de diferente tipo y en diverso
grado. (Martínez, 1999: 281-282)
Para
encontrar puntos de divergencia que permitan delimitar las características del
cuento, ha sido usada con frecuencia la novela. Si bien ambos géneros comparten
elementos como la ficción, la narración y la estética literaria, son muchos los
que los diferencian y, más que la extensión, es la naturaleza del mismo texto
lo que distancia a ambos géneros de manera radical. Aquellos como la
acumulación de hechos, el retardamiento, la descripción exhaustiva de
personajes y lugares, la complejidad psicológica y la gran extensión son rasgos
propios de la novela que le dan fundamento.
El cuento,
por el contrario, posee brevedad, intensidad (ausencia de elementos
innecesarios), tensión, concisión, poder de evocación, sugerencia o apertura,
economía de hechos, personajes y palabras, fuerte acento final, ausencia de
desarrollo y unidad de impresión. Diversas analogías han sido utilizadas para
ilustrar esta caracterización: una flecha que es apuntada para ir a dar
directamente en el blanco (Quiroga), un fogonazo que deslumbra (Claure), un
match boxístico ganado por knockout o una fotografía que retrata un instante
(Cortázar), el tigre de la fauna literaria (Bosch), “un mapa visible que
recubre territorios invisibles” (Balza). Todos ellos conciben al cuento como un
fragmento, un momento, un instante que remite a un universo de instantes, una
apertura que debe captar el lector para poder ver ese mundo que se quiere
mostrar. Al fin, se da “… la idea de que un fragmento no es un detalle, sino un
elemento que contiene una totalidad que merece ser descubierta y explorada por
su cuenta” (Zavala, 2005: 67).
Sin embargo,
para inicios del siglo XX el término cuento aún no estaba acuñado de manera
precisa y la caracterización apenas comenzaba a hacerse evidente en algunos
textos literarios, situación que era percibida en las publicaciones periódicas,
cuyos directores tampoco tenían claridad acerca de los rótulos que debían
utilizarse frente a determinados relatos. Por ejemplo, La Novela Semanal y El Cuento
Semanal publicaban sin distinción obras muy similares que eran llamadas
“novelas cortas”, sin tener en cuenta sus nombres. En ningún momento, hasta la
tercera serie de la primera revista, hacen alusión alguna al cuento. Sin
embargo, La Novela Semanal comienza a
ofrecer en la cuarta serie, a finales de 1924, una sección de cuento y otra de
cuento infantil, estableciendo de esta manera una diferencia entre ambos
relatos.
Ilustración 6
|
Así, los
géneros “novela corta” y “cuento” no estaban bien definidos, y mucho menos
diferenciados, para ellos. Mientras aquellos que eran llamados “novelas cortas”
contaban con un mínimo de ocho páginas y un máximo de cuarenta páginas, los
denominados “cuentos” no pasaban de cuatro páginas. Esto demuestra que, como se
ha hecho recurrentemente, la gran distinción entre estos géneros se apoyaba
solamente en la extensión de los mismos. El resto de rasgos no habían sido aún
considerados, pese a que ya comenzaban a aparecer en las narraciones breves publicadas.
En una carta
enviada por Luis Enrique Osorio a Carlos E. Restrepo el 22 de febrero de 1930,
el primero afirma que “La Novela Semanal fue fundada en Bogotá, en 1923, no con
el fin de seleccionar de una vez obras, que por el momento no existían, sino
para definir la novela corta colombiana”. Y, a pesar de que el director afirma
en varias ocasiones que en la publicación se está promoviendo la creación de un
nuevo género literario (la novela corta), los textos publicados en ella cuentan
con características de ambos géneros.
Se encuentra
que una gran cantidad de aquellos textos contienen una serie de descripciones
minuciosas sobre la vida y la forma de ser de los personajes, rodeándolos de
diversas imágenes y diálogos que los construyen y les dibujan ese mundo
ficticio en donde luego se desarrollará la trama. Ese retardamiento y lenta
evolución de los hechos termina por alargar el relato, que en principio podría
considerarse cuento. Esas características no dejan de evidenciar una clara
relación con la novela y, en particular, con aquel género intermedio que se
conoce como la Nouvelle en francés,
la long short story en inglés o la novela corta en español. Su tensión
paulatina, la corta extensión, la generación de una emoción progresiva y no
abrupta, el desarrollo sosegado de una primera imagen y la descripción continua
de los hechos así lo confirman. Sin embargo, muchos textos contienen así mismo
los rasgos más característicos del cuento: tensión, efecto determinante y
fuerte que se establece la mayoría de las veces al final, descripción de una
imagen visual, intensidad marcada y ritmo constante.
Estas
circunstancias dificultan la categorización de tales relatos, debido a que
comparten categorías de dos géneros que, como hemos dicho, han sido
difícilmente delimitados por sus estudiosos. Partiendo de la analogía que ha
usado Cortázar para diferenciarlos, podría decirse que estos relatos no
alcanzan a ser películas, pero son más que fotografías (Cortázar, 1962: 308).
También podrían ser etiquetados como lo que Gerardo Piña Rosales (2009) llama
“Cuentos con estructura de novela” o “Cuentos con estructura de novela corta”,
los cuales se basan más en el desarrollo psicológico de los personajes que en
los hechos claves del relato o, si bien describen un acontecimiento principal,
la tensión es progresiva y sosegada a la vez, sin dejar de lado la descripción
de los personajes y los lugares en los que se desarrolla la trama.
Ilustración 7
|
Ocurrirá al
fin, como suele suceder, que se le dé el nombre que cada investigador prefiera
según sus propios criterios. Por mi parte, entiendo a los textos que se
publican en esta revista como la expresión de una transformación que se venía
realizando y que partía de las características de aquel género ya reconocido y
explorado, la novela, para comenzar a indagar con un género que apenas
germinaba y que compartía rasgos con otros. Estos relatos pueden considerarse
entonces como la manifestación del nacimiento y desarrollo del cuento en
Colombia. De allí que sea fundamental el estudio de esta publicación periódica
para el proyecto en que estamos enfocados, pues en ella se comienzan a
vislumbrar rasgos fundamentales del cuento y se permite la gestación del mismo
a través de lo que entonces llamaron “novela corta”.
A modo de conclusión
Este
artículo es el resultado de los avances parciales de un estudio que aún está en
proceso y que pretende en últimas ser fundamento del proyecto macro de
recopilación de las fuentes para la escritura de una historia del cuento
colombiano. No basta el estudio de las antologías, los libros publicados y las
historias del cuento existentes, hemos confirmado que es necesaria la revisión
de las fuentes primarias que han sido largamente olvidadas, por lo cual deben
ser retomadas y tenidas en cuenta en el estudio de lo literario y es por ello
que insto a que así lo haga la comunidad académica.
Así mismo,
acepto que en este análisis se han encontrado algunas dificultades, sobre todo
con respecto a la ubicación de la totalidad de la colección de La Novela Semanal, circunstancia que no
ha permitido revisar una cantidad considerable de números. Lo anterior pone en
evidencia las falencias de las políticas de conservación de las publicaciones
periódicas en Colombia y la falta de interés en el tema. Espero, además, que
haya cada vez más preocupación por la preservación y el cuidado de las fuentes
primarias que circulan en el país.
Queda
pendiente, así mismo, hacer una búsqueda más profunda de los números que se
encuentran en aquellas bibliotecas que aún no he visitado y buscar resolver
aquellas incógnitas que han quedado sin solucionar. Además, es necesario abrir
la discusión sobre ésta y las demás publicaciones periódicas que se ha
encontrado necesario revisar y que se constituyen al fin como una fuente de
gran relevancia para la construcción de una historia del cuento colombiano.
Hago énfasis, pues, en que en últimas la prensa sea considerada una fuente
valiosa de estudio y de discusión por parte de los estudiosos de lo literario.
Además, creo
importante señalar que La Novela Semanal es
una publicación periódica que ofrece un corpus de obras y nombres de autores,
muchos de los cuales aún no han sido estudiados. Considero que el análisis de
estos puede arrojar información importante sobre el campo literario de la
época, el género cuento y otros aspectos que pueden fundamentar investigaciones
sobre lo literario en el siglo XX. La discusión sobre diversos elementos de
esta revista queda pues en mora y por eso insto a que sean más los que se
animen a realizar estudios a fondo sobre ésta y otras publicaciones periódicas.
Imagenes.
·
·
Agudelo Ochoa, A. 2014. “Hacia una historia del
cuento colombiano”. Artículo inédito.
·
Bedoya Sánchez, G. 2011. “La prensa como objeto de
investigación para un estudio histórico de la literatura colombiana. Balance
historiográfico y establecimiento del corpus.” En: Estudios de literatura
colombiana, Nº28. Medellín: Universidad de Antioquia
·
Bourdieu, P. 2002.
“Campo de poder, campo intelectual”. Editorial Montressor.
·
Cortázar, J. 1962. “Algunos aspectos del cuento” en
Lauro Zavala (recop.).1995. “Teorías de los cuentistas”. México: Universidad
Nacional Autónoma, Pp. 303-324.
·
Giardinelli, M. 1998. “El cuento como género literario en América
Latina”. Palabras del escritor argentino Mempo Giardinelli en la Ceremonia de
Premiación del Premio Centroamericano de Literatura "Rogelio Sinán"
1997-98, celebrada en el Auditorio de la Lotería Nacional de Beneficencia el
día 24 de abril de 1998 En: Ciudad Seva. Versión en línea: http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/hist/giardine.htm Fecha de consulta: 2 de octubre
de 2013.
·
Gutiérrez Girardot, R. 1980. “La Literatura
Colombiana en el siglo XX” en “Manual de Historia de Colombia”. Bogotá:
Instituto Colombiano de Cultura, Vol 3, Pp 445-536.
·
Henríquez Ureña, P. 2001. “Romanticismo y anarquía”
en Pedro Henríquez Ureña “Las corrientes literarias en la América Hispánica”.
México: Fondo de Cultura Económica, Pp. 116-140.
·
Martínez Gómez, J. 1999.“El cuento hispanoamericano
en el siglo XX: Indefiniciones”. En: Anales de literatura hispanoamericana, Vol
1, Nº 28, Pp. 267-282.
·
Melo, J.O. “Las revistas literarias en Colombia e
Hispanoamérica: una aproximación a su historia”. Versión en línea: http://www.jorgeorlandomelo.com/bajar/revistas_suplementos_literarios.pdfFecha
de consulta: 20 de mayo de 2013.
·
Montaña Cuellar, J. 1994.“La Novela Semanal de Luis
Enrique Osorio”. En: Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol XXXI, Nº 36.
·
Osorio, L. E. (Comunicación personal) (1923). En:
Sábado: Revista semanal, Nº87, P. 1051.
·
Osorio, L. E. (Comunicación personal) (1930, 22 de
febrero)
·
Osorio, L. E. (Comunicación personal) (1930, 13 de
febrero)
·
Osorio, L. E. (Comunicación personal) (1924, 30 de
agosto)
·
Piña Rosales, G. 2009. “El cuento: Anatomía de un
género literario”. En: Hispania, Vol. 92, Nº3, pp. 476-487.
·
Varcárcel, E.1997. “El cuento hispanoamericano.
Aproximación teórica” en Eva Valcárcel López (coord.) “El cuento
hispanoamericano del siglo XX: teoría y práctica”. España: Universida de da
Coruña. Pp. 21-29.
·
Zavala, L. 1995. “Teorías de los cuentistas”.
México: Universidad Nacional Autónoma.
·
Zavala, L.2005.“Seis propuestas para un género del
tercer milenio” en Lauro Zavala “La minificción bajo el microscopio”. Bogotá,
Universidad Pedagógica Nacional. Pp. 58-71.
[1] Integrante del grupo de investigación Colombia: tradiciones de la palabra (categoría B Colciencias) en calidad de estudiante de pregrado en formación; beneficiada con el estímulo Joven Investigadora Universidad de Antioquia, 2013-2014.
[1] Esta información ha sido tomada de una base de datos, cuya publicación
está pendiente, construida por la profesora Ana María Agudelo para la
investigación en curso “Fuentes para la historia del cuento hispanoamericano.
Capítulo Colombia”.
[2] El concepto de “agente literario” va a ser entendido a partir de la
propuesta de Pierre Bourdieu, quien considera que el agente literario es aquel
sujeto que interviene de una u otra manera en el campo literario y se comporta
como una fuerza que se agrega y a la vez opone a las demás, construyendo así
esa estructura del campo. Cada uno de esos agentes tiene una carga, un poder,
un peso funcional distinto dentro del campo cultural, que se debe a su
respectiva posición. El sentido que adquiere una obra literaria es, en ese
sentido, una construcción colectiva que es construida entre todos los agentes:
el editor, el creador, el crítico y el público. Para mayor información, véase:
Bourdieu, Pierre. (2002) “Campo de poder, campo intelectual”. Editorial
Montressor.
[3] El estudio sobre la revista La
Novela Semanal está aún en curso. Son varias las circunstancias que han
dificultado un análisis más completo de la misma; entre ellas, el manejo del
material existente, el cual se encuentra incompleto y, en muchos casos, mal
almacenado y maltratado. La mayoría puede hallarse en Bogotá: en la Biblioteca
Luis Ángel Arango y en el Instituto Caro y Cuervo, y en Medellín: en la
Biblioteca Pública Piloto. Para este estudio únicamente hemos podido revisar el
corpus que se encuentra en Medellín.
[4] Luis Enrique Osorio (1896-1966)
fue un reconocido escritor (novela, cuento, dramaturgia y poesía), educador, sociólogo, comediógrafo y músico bogotano.
Fue además fundador de varias revistas y compañías de teatro y promotor de
concursos de literatura y dramaturgia.
[5] Sólo he logrado encontrar que es de Santander y que algunas de sus
obras son: “Los cabellos de la muerte”, “Los romances del pecado” como novelas
y “De algunas glorias de la raza”, “Gente de Santander” como prosas.
[6] Bernardo Arias Trujillo (1903-1938) fue un escritor (ensayos, novelas,
cuentos, sátiras, traducciones) y diplomático caldense reconocido por su
homosexualidad declarada y su frecuente colaboración en diversas publicaciones
periódicas. Se dice que se quitó la vida a los 34 años con una sobredosis de
morfina.
[7] Es interesante la comunicación entre editores de publicaciones
periódicas; si bien tal fenómeno no será revisado en este estudio, sí vale la
pena llamar la atención acerca del mismo, en tanto índice de las redes entre
agentes literarios de la época. Además, Sábado
fue otra de las publicaciones que abrió importante espacio al cuento
colombiano.
[8] El partido
conservador, después de muchas guerras civiles emprendidas en el siglo XIX,
logra tomar el poder a través del posicionamiento de Rafael Núñez en 1870 como
Presidente de la República y, con más contundencia, de la creación de la
Constitución de 1886. Esta Carta Política establece leyes de corte tradicional
y religioso que van a permear todos los ámbitos de la sociedad: la educación,
la cultura, la literatura, la economía, entre otros.
[9]Algunos de
ellos son: el concurso de “novela corta” (número 35) y el concurso infantil de cuento (número 80).
[10]En la Biblioteca de la Universidad de Antioquia se hallan cartas que
Osorio le envió a Carlos E. Restrepo el 13 y el 22 de febrero de 1930. En la
esquela de aquellas cartas se encuentran unos textos de difusión de información
de la revista en donde especifican los números que han circulado, el objetivo
de la misma, los logros, entre otras cosas.
[11] Esta situación no es exclusiva de La
Novela Semanal. Los estudios sobre prensa emprendidos por el Grupo de
investigación Colombia: tradiciones de la
palabra han permitido constatar que las colecciones de periódicos y
revistas que reposan en repositorios como la Biblioteca Luis Ángel Arango, la
Biblioteca Nacional y la Biblioteca Luis Ángel Arango estén incompletas,
mutiladas o extraviadas. Los loables esfuerzos por completar las colecciones y
digitalizarlas son relativamente recientes.
[12] Es difícil encontrar sobre la vida y obra de muchos de estos
escritores. Sin embargo, se sabe en términos generales que la mayoría de ellos
realizaban una labor activa en el ámbito literario, ya como directores de
revistas (Contreras Daza, Castañeda Aragón, Tablanca, Arias Trujillo, Samper
Ortega, Sánchez Gómez), colaboradores en prensa (todos), periodistas (Mateus,
Martínez Delgado), participantes de diversos concursos literarios,
participantes de tertulias literarias y promotores de proyectos culturales y
políticos (Castañeda Aragón, Samper Ortega, Sánchez Gómez, Tablanca, Gutiérrez
Ferreira, Martínez Delgado, Rosales). Sobre Antonio Contreras Daza y José
Antonio Gutiérrez Ferreira no encontré casi información.
[13] Ejemplos como los de Gregorio Castañeda Aragón (Funcionario público y
diplomático en Ecuador, Brasil, Guatemala y Puerto Rico), Luis Tablanca
(Secretario de Hacienda del Departamento Norte de Santander), entre otros.
[14] Esta lista no es exhaustiva, pues el material de la revista no ha sido
revisado de manera completa y pueden encontrarse más colaboradores que hayan
logrado publicar su obra en formato libro. Los datos de los autores que
lograron publicar se han obtenido también de la base de datos proporcionada por
la profesora Ana María Agudelo.
[15]Este número presenta al inicio una carta que le escribe la autora a
Osorio, en la cual se culpa por haber escrito una “novela corta” y se excusa
por realizar una labor tan mal vista que se sale “de la rutina” y rompe “los
moldes de la mecánica establecida”. Reconoce que en el seudónimo y la máscara
busca mantenerse en el sombra, porque al fin le importa bastante el “qué
dirán”, aunque propone “quitarse la careta” si su obra no es agradable para el
público.
[16] De esta manera fue llamada la ciudad de Bogotá por varios
intelectuales, sobre todo en el siglo XIX, pues era considerada un gran centro
cultural del país y de Suramérica, en donde confluían los intelectuales de la
época y se incubaban proyectos de gran importancia, hasta el punto de
equipararla a la antigua ciudad griega.
[17] A pesar de que no tuve acceso a la publicación, a través de los
comentarios publicados en Ecos de La
Novela Semanal, logré encontrar esta información sobre la revista que, de
hecho, resulta de gran interés por el título y requeriría por ello un estudio
posterior.
[18] Se encuentran críticos como: Mempo Giardinelli, Miguel Díez R, Carlos
Pacheco, Gerardo Piña Rosales, Eva Valcárcel, Juana Martínez G, Giuseppe Bellini, Lauro Zavala. Y cuentistas
como: Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Augusto Monterroso, Horacio Quiroga,
Juan Bosch, Mario Lancelotti, César Aira, Jorge Edwards, Cristina Peri Rossi,
entre otros.
[1] Este artículo se deriva del proyecto de investigación “Fuentes para la
historia del cuento hispanoamericano. Capítulo Colombia” (2012-2013), inscrito
en el Sistema Universitario de investigación de la Universidad de Antioquia.
Este proyecto hace parte, además, del macroproyecto “Fuentes para la historia
del cuento hispanoamericano” (2011-2013), de la Universidad Complutense de
Madrid, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación español. Para más
información: http://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00876330
Este artículo es inédito, sin
embargo, es importante indicar que la Biblioteca Pública Piloto me solicitó
publicar una reseña de la revista, como parte de mi labor como investigadora y
consultora de sus fondos y con el fin de divulgar los materiales preservados en
esa biblioteca. Para encontrar la reseña: http://legadoantioquia.wordpress.com/2013/06/20/la-novela-semanal/
No hay comentarios:
Publicar un comentario